viernes, 15 de abril de 2011

Una tras otra. Una tras otra doy mil vueltas en la cama. Tengo la sensación de que ni tan siquiera ha amanecido. Motores de impacientes conductores anuncian la puesta en marcha de la ciudad tras el insomne y sigiloso descanso de la noche. Todavía aturdida, miro el reloj. Las 10:30 A.M. Amaneció hace un rato. Mientras me retiro el pelo de la cara, y lo recojo en una coleta, intento recordar todo lo que pasó anoche. Y detrás de las fotos, el alcohol y la resaca, te pienso. Me vienes como un mal sueño, como una desagradable pesadilla. Leve recuerdo de una noche que olvidar y para olvidar. Estás ausente. Despierto, y por un momento soy consciente de que todo es mucho más real de lo que parece. Nada impedirá tu marcha. Nada va a ralentizar los pocos minutos que me quedan contigo. Y cojo la manta, y me tapo la cabeza, imaginando que, hasta que no suba la persiana, no será un nuevo día, que no sonará el teléfono, que no oiré tu voz, y que no escuchare como me dices que no volverás el domingo, ni el lunes, ni el martes… que todo es difícil, pero posible, que volverás… Y, de nuevo, duermo.

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