viernes, 17 de abril de 2009

...Y mientras el veneno tintaba el rojo de sus venas, rezaba para que fuera capaz de paliar su dolor, de transportarla a cualquier lugar, de cualquier mundo, pero lejos del frío que ahora sentian sus pies. Segundos enterrados entre las lápidas de la eternidad, desterrados del mundo de los vivos, pero tambien del de los muertos, sin un lugar fijo donde sentir su presencia.Y entonces,en un atisbo de desesperación,sus palidas manos rozaron el suelo, quedando suspendidas en el aire que ya no volvería a respirar, en las losas sobre las que no caminaría, en las horas interminables escribiendo junto al mar.Y así dijo adios a su vida, quemando libros, borrando recuerdos,olvidando aquellos sueños que nunca cumplió...

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