viernes, 8 de mayo de 2009

AND WAKE UP ALONE




Escasas las sabanas que cubren mi cuerpo en mitad de la noche. La única estampa, una ventana por la que se filtran los restos de las luces callejeras, y los ecos del bullicio asilado de la avenida 43. Soñar, soñar como casi todos los días que por un momento el mundo se detiene, y en esa inmensidad universal, basta con girarme un solo centímetro para rozar el suave impermeable que rodea tu cuerpo, seco y olvidadizo. Ya el ruido de la calle queda lejos, y nos rodea el sigilo de tu mano buscando en rincón del que apoderarse en medio de la cama, tierno, silencioso. Volar alto, tendida en un colchón de muelles de acero, con un solo movimiento, gobernando el mundo desde la cima mi inmenso cabezal milenario, lleno de recovecos que guardan el secreto indescifrable de la eternidad, hasta el final. Y despertar en la cuidad que nunca duerme, aislada de la fragilidad infinita, recordando tus huellas forjando una amarga despedida, la que me viene a la cabeza cada domingo soleado. Mirando por la ventana, pensando en Estocolmo, Helsinki o Copenhague, mientras mis ojos se pierden por el inmenso sendero que dibujan los puestos del mercado por el que solíamos pasear, sintiendo la alegre melodía de la guitarra del viejo vagabundo vienés que anima las calles con la aurora boreal, inspirando recuerdos… Y de repente volver a despertar.

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