jueves, 9 de febrero de 2012


Y en noches como esta es cuando ando sola por la calle. Cuando todo está
oscuro. Cuando las luces están apagadas. Paso a paso, cruzando las calles
intentando no pisar la pintura blanca de los pasos de peatones. Para no ir dejando
rastros. Y cada vez más cerca del portal de casa me meto la mano en los
bolsillos, para protegerlas de los dos grados bajo cero que hacen heridas en la
piel. Y entro a una casa vacía, a una habitación vacía. Me pongo un pijama que
hace mucho que no me ponía, que no me hacía falta. Me meto en una cama
desierta, donde mis brazos se estiran y las yemas de mis dedos intentan
descifrar los bordes, intentando toparse con algo más que fino algodón hilado.
Entonces me tumbo, y miro al techo, como cuando me sinceraba contigo. Como
cuando te decía todas las verdades que no me atrevía a pronunciar mirándote a
los ojos. Y me pregunto si tú también me echas de menos, si tanto como yo a ti.
Y si se puede alcanzar ese punto lejano en el que se ha convertido tu presencia,
como la fe ciega del náufrago que, a nado, en busca de la costa, se topa una y
otra vez con el horizonte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario