Será inolvidable la noche más oscura
Tan rematadamente negra
Caen algunas estrellas
Coléricas, fieles, enfermizas
Pero también la más dulce, la más bella
Plagada de felicidad
En un segundo
En tan solo un segundo
Un momento, un sonido,
Ni una palabra
El tambaleo del mundo, el fin de las ilusiones.
Corren las batas blancas en vano,
Se agrieta el suelo
Lloran su muerte y la tragedia.
Miran al cielo
Ya sin estrellas en el firmamento
Lleno de luces rojas
Que envían señales de humo
Intentando evitar lo inevitable.
Y seguirá siendo inolvidable
Mientras el mundo gira, las luces corren y los niños crecen,
Sin el pedazo que quedo enterrado en Valentín.
Mil almas corren junto a la tuya, María Eugenia
Mil almas que jamás serán olvidadas.
jueves, 30 de julio de 2009
sábado, 25 de julio de 2009
En el fondo ella no podía perdonárselo. No conseguía entender como, después de todo, seguía ahí. Y lo que más le dolía era pensar que no había momento en el día que él no pasara por su cabeza, ni esquina por la que no esperase que se cruzasen. Era como un recuerdo incipiente que, con el tiempo, se niega al retiro del olvido. Y así pasaba las horas, torturándose y preguntándose por qué, algo tan simple, tan sencillo, le rondaba su mente día y noche. Un suspiro de frustraciones que, unidas al mal tiempo, solían resolverse en una explosión catastrófica. En las horas en blanco solía recordarle, con un periódico en la mano y el ceño fruncido, esperando a que la tormenta pasara de largo, para poder marcharse a casa. Porque al fin y al cabo, eso era todo lo que él deseaba. Marcharse a casa.

martes, 30 de junio de 2009

Prolífica carrera, ¿para qué? Ni tan siquiera hay flores en su tumba, nadie recuerda las risas de aquel domingo añil. Siendo útil, o tal vez inútil, borrando sonrisas escondidas tras las arrugadas paginas de aquel libro de Coixet. Intenta resistirse. Huye, huye y huye, pero la felicidad la persigue como se persigue a un niño que no quiere ser castigado. Quizás es eso a lo que teme, al castigo que trae consigo la necesidad de ese elixir de la vida eterna, poblador de venas y otros lugares insospechados. Corre y corre e intenta esconderse, pero aun así sigue tras ella una y otra vez, en los días teñidos de blanco, o en las habitaciones de extraños vestidos de verde que le traen la vida envuelta en sabanas y papeles mojados. No lo puede evitar, su vida es una constante huida que arrastra incontables momentos en los que segundo tras segundo se siente alcanzada, y alejándose de nuevo, dando alas al clímax de su fantasía juvenil. Se pregunta que, si sigue huyendo, quizás abandone la lucha que tan insaciable la mantiene con vida, pero a la vez se pregunta que será de ella cuando llegue el día en que la alcance, y la abrace, para no abandonarla jamás, acompañándola hasta el último lugar en este mundo que será capaz se pisar, por lo menos con los pies por delante. Tras su irreparable mente atrofiada se esconden los resquicios de lo que en realidad había sido una vida feliz, plena y concisa, rodeada de los suyos, pero sentía que todos aquello de lo que había huido la atormentaba, de un galopar no tan intenso como ella creía, o por lo menos no tan intenso como le hubiera gustado. Le sobraban momentos tranquilos, pero le faltaban aquellos en los que se quedaba sin aliento, y cuando tu único aliento pende del fino hilo que separa tu boca de una maquina de oxigeno, la mejor medicina es el recuerdo de las zancadas entre mar y arena, con el agua rozando las yemas de los dedos de tus pies. Se arrepintió de no haber hecho caso a las voces que le rondaban la cabeza, a aquella niña mala que con sus travesuras perturbaban su interior en las largas noches de verano. Y ahora que las heridas escuecen tantísimo, solo se calma cuando siente que sus manos la tocan, como le agarran el brazo, o le retiran el sudor de la frente después de respirar. Ese es su único consuelo, sentir que esos dos pececillos que la han acompañado durante casi toda su vida siguen ahí, pendientes de cada suspiro, de cada aglutinamiento. Y es que como le gustaría poder darle las gracias, y aunque sabe que no puede articular palabra, ellas lo saben, saben que se siente agradecida por haber estado ahí, siempre, luchado mano a mano combate tras combate, suturando lo que luego serian heridas de guerra, señales y cicatrices de los buenos y malos momentos, lágrimas de felicidad que anuncian la llegada de lo inevitable, de lo que se esconde al otro lado de la puerta, y a lo que le tiene tantísimo miedo. Antes temía dormir y no lograr despertar, pero ahora teme mirar de cerca su rostro, como su mirada recorre las arrugar de piel, mientras ella inspecciona minuciosamente cada detalle, cada suspiro, mientras inspira y expira, emanando la poca luz que le queda dentro, sintiendo como se aleja. Afortunadamente solo es eso, miedo, pero lo siente tan cerca que teme que en un solo guiño se haga realidad.
Parece que por fin se ha ido, que después de tantos años de desesperada placidez la inunda el misterioso sosiego que trae tras de sí el miedo real, el de morir sin haber hecho lo suficiente, rompiéndo las oportunidades de estar ahí, dejando de lado a quien a veces la necesitaron, y a veces no. Se retuerce negándose al olvido, a las pausas, al llanto eterno de la soledad. Se recuerda, no me dejes sola . Y en un segundo, la luz.
Parece que por fin se ha ido, que después de tantos años de desesperada placidez la inunda el misterioso sosiego que trae tras de sí el miedo real, el de morir sin haber hecho lo suficiente, rompiéndo las oportunidades de estar ahí, dejando de lado a quien a veces la necesitaron, y a veces no. Se retuerce negándose al olvido, a las pausas, al llanto eterno de la soledad. Se recuerda, no me dejes sola
martes, 2 de junio de 2009
páginas en blanco

lunes, 25 de mayo de 2009
Kuolema Tekee Taiteilijan
Kerran vain haaveeni nähdä sain En pienuutta alla tähtien tuntenut Kerran sain kehtooni kalterit Vankina sieltä kirjettä kirjoitan Luojani, luoksesi anna minun tulla siksi miksi lapseni minua luulee Sinussa maailman kauneus Josta kuolema teki minusta taiteilijan Luojani, luoksesi anna minun tulla siksi miksi lapseni minua luulee Oman taivaan tänne loin Anna minun päästä pois
By Nightwish
(Solo una vez pude ver mi sueño No siento la pequeñez bajo las estrellas Una vez tuve barrotes en mi cuna Como prisionero escribo una carta desde allá Mi Señor, para ti, déjame convertirme en lo que piensa mi hijo que soy En ti está la belleza del mundo De la cual la muerte me hizo un artista Mi Señor, para ti, déjame convertirme en lo que piensa mi hijo que soy Mi propio cielo creé aquí, déjame escapar Mi propio cielo creé aquí, déjame escapar)
miércoles, 20 de mayo de 2009
silencio
Sonidos que, atrapados, recuerdan a los ecos del pasado. Sonidos que me alteran en mitad de la noche, y que me desvelan de los únicos sueños que soy capaz de cumplir. Un solo gesto y desvanecerse. Una sola tecla y morir. Ya nada es lo que era. Ya nada será lo que pudo ser. Y es que es tan duro recodar…nostalgia, solo nostalgia, como el humo que rodea la desapacible guarida secreta de mis alteraciones nerviosas, deseosas de robar un cachito más, de saciar la inanición que les rodea, de no volver a chocarse contra un muro. Volver o no volver, huir o no huir, pero siempre volar alto, mirando hacia arriba, deseando que la interminable franja que separa la realidad de los sueños se desintegre y borre el rastro de sangre y mentiras. Resquebrajar los papales de mi vida, todas las letras que he escrito. Pedir perdón, o simplemente no hacerlo.
Y olvidar…. Yo no podré hacerlo.
Y olvidar…. Yo no podré hacerlo.
viernes, 8 de mayo de 2009
AND WAKE UP ALONE

Escasas las sabanas que cubren mi cuerpo en mitad de la noche. La única estampa, una ventana por la que se filtran los restos de las luces callejeras, y los ecos del bullicio asilado de la avenida 43. Soñar, soñar como casi todos los días que por un momento el mundo se detiene, y en esa inmensidad universal, basta con girarme un solo centímetro para rozar el suave impermeable que rodea tu cuerpo, seco y olvidadizo. Ya el ruido de la calle queda lejos, y nos rodea el sigilo de tu mano buscando en rincón del que apoderarse en medio de la cama, tierno, silencioso. Volar alto, tendida en un colchón de muelles de acero, con un solo movimiento, gobernando el mundo desde la cima mi inmenso cabezal milenario, lleno de recovecos que guardan el secreto indescifrable de la eternidad, hasta el final. Y despertar en la cuidad que nunca duerme, aislada de la fragilidad infinita, recordando tus huellas forjando una amarga despedida, la que me viene a la cabeza cada domingo soleado. Mirando por la ventana, pensando en Estocolmo, Helsinki o Copenhague, mientras mis ojos se pierden por el inmenso sendero que dibujan los puestos del mercado por el que solíamos pasear, sintiendo la alegre melodía de la guitarra del viejo vagabundo vienés que anima las calles con la aurora boreal, inspirando recuerdos… Y de repente volver a despertar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)